Una ausencia casi total de artículos
médicos, una carencia grave de personal capacitado, un hacinamiento
extremo y una negligencia abierta por parte de algunos funcionarios de
prisiones se han combinado para crear una situación que el propio
Ministerio de Justicia calificó de deficiente al borde del colapso.(179)
Además de la falta evidente de recursos médicos observada
por los representantes de Human Rights Watch en casi todas los centros
que visitamos, recibimos numerosas quejas sobre las deficiencias de la
atención médica, sobre todo que las enfermerías carecían
hasta de los artículos médicos más básicos
y que los vigilantes no permitían el acceso a las enfermeras y los
médicos. En algunas prisiones los internos nos mostraron sus intestinos
abiertos o sus heridas purulentas. En otros centros, los presos con tuberculosis
y otras enfermedades contagiosas no habían sido puestos en cuarentena:
se relacionaban abiertamente con otros presos enfermos o hasta tenían
contacto con el resto de la población carcelaria. Estas prácticas
suponen una violación de las leyes venezolanas, que exigen que se
proporcione atención médica básica a los presos, y
de las normas internacionales, que reclaman una supervisión médica
diaria de los presos enfermos o aquejados de alguna enfermedad.
Necesidades médicas de
los internos
En general, los presos tienen más
necesidades médicas que el resto de la población. Para empezar,
las personas en riesgo como los consumidores de drogas intravenosas suelen
tener una proporción mucho mayor en las prisiones. Además,
el estrés del encarcelamiento, las condiciones insalubres, el hacinamiento
en las celdas que facilita el contagio de infecciones y los abusos físicos
aumentan de manera evidente la incidencia de los problemas de salud en
las prisiones.
El problema de salud más acuciante
de los presos son las heridas provocadas por otros internos o por vigilantes.
Según el Ministerio de Justicia, en el periodo de quince meses que
va del 1º de enero de 1995 al 24 de marzo de 1996 fueron heridos por
armas blancas o de fuego un total de 1.277 internos.(180)
Debido a que nunca se informa de prácticamente ninguna de las heridas
provocadas por el abuso de los funcionarios y de muchas de las heridas
infringidas por otros internos, la cifra real de internos afectados es
ciertamente mucho mayor.
También son habituales las
heridas provocadas a si mismos por los internos, generalmente como forma
de protesta. Un informe interno de la Máxima de Carabobo al que
accedió Human Rights Watch señalaba que en febrero de 1996
los detenidos de un bloque de celdas se cortaron los brazos y el pecho
con hojas de afeitar y se cosieron los labios para protestar por no haber
sido trasladados de nuevo a Sabaneta tras completar el periodo de aislamiento
disciplinario.(181) Asimismo, tras el
incendio de La Planta, los internos trasladados de La Planta a la Máxima
de Carabobo se cosieron los labios en protesta.(182)
Internos de otros centros, como El Rodeo o La Planta, comentaron a los
representantes de Human Rights Watch que habían tomado medidas similares
o que planeaban hacerlo. Según las estadísticas del Ministerio
de Justicia sobre el periodo que va del 1º de enero de 1995 al 24
de marzo de 1996, unos 101 presos se provocaron heridas a si mismos.(183)
No todos los casos de este tipo están
relacionados con protestas, puede que sean una muestra de depresión
o de otras enfermedades mentales. Por ejemplo, en la Penitenciaria General
de Venezuela, los internos señalaron a un internos con los brazos
y las piernas cubiertos de cicatrices. Los internos explicaron que solía
cortarse para "llamar la atención."(184)
Aunque no hicieron referencias a
ningún suicidio en las prisiones que vistamos, los datos del Ministerio
de Justicia entregados a Human Rights Watch en marzo de 1996 mostraban
que se habían producido seis suicidios durante los quince meses
anteriores.(185) Las informaciones aparecidas
en prensa citan cifras que apuntan a un número mucho mayor de intentos
de suicidio; por ejemplo, en febrero de 1995, el Fiscal General declaró
que se habían producido cuarenta y un intentos de suicidio en Tocuyito
durante un periodo indefinido de tiempo.(186)
Los informes del Ministerio de Justicia
indican una incidencia alta de muchas enfermedades, como la tuberculosis
pulmonar, la malaria y el dengue;(187)
el personal médico de las prisiones declaró que las enfermedades
más habituales entre los internos son las enfermedades venéreas
y las infecciones respiratorias.(188)
El año pasado, se informó de casos de cólera en un
par de prisiones, entre ellos un brote grave de cólera en la prisión
de Sabaneta en mayo de 1997 .(189) En
agosto de 1997, el Fiscal General, tras inspeccionar varias prisiones,
informó de la existencia de 1.011 casos de tuberculosis entre los
presos.(190)
Las malas condiciones sanitarias,
como la falta de agua potable en muchas prisiones, son las responsables
de muchas de las enfermedades bacterianas y parasitarias. Las visitas conyugales
semanales sin restricciones a los presos varones, la incapacidad de la
mayoría de las enfermerías de las prisiones de suministrar
preservativos, así como las actividades sexuales coaccionadas y
voluntarias entre personas del mismo sexo, contribuyen a la predominancia
de las enfermedades venéreas.(191)
La ausencia general de pruebas hace
imposible determinar cuantos presos de Venezuela están infectados
por el virus del SIDA. En noviembre de 1995, sólo se sabía
que treinta y un presos de todo el país habían dado positivo
en la prueba del SIDA.(192) In 1997, el
Fiscal General informó de 17 casos confirmados de SIDA entre la
población carcelaria.
Carencias crónicas de personal
y suministros
Según las leyes venezolanas
y las normas internacionales, las prisiones deben ofrecer a los internos
atención médica básica.(193)
Muchas disposiciones de la Ley de Régimen Penitenciario estipulan
que cada prisión tenga una enfermería, una farmacia y personal
médico suficiente; que ponga a disposición de los presos
diariamente consultas médicas generales; y que todos los internos
se sometan a un examen médico exhaustivo en el momento de su ingreso.(194)
Sin embargo, en la mayoría de los casos la falta de recursos impide
el cumplimiento de estos requisitos legales.
Los funcionarios de prisiones y el
gobierno aceptan abiertamente que la atención médica de las
prisiones venezolanas está en estado de crisis. La Subcomisión
de Derechos Humanos y Garantías Constitucionales declaró
en un informe de 1995 que la entrega de asistencia médica "brilla
por su ausencia" en las prisiones venezolanas.(195)
Una funcionaria médica de Catia, que sacudió la cabeza a
cada una de nuestras preguntas y que finalmente rompió a reír
cuando le preguntamos si la prisión tenía un dentista, sintetizó
la situación de manera sencilla diciendo a un representante de Human
Rights Watch que "Aquí necesitamos todo."(196)
Aunque en algunas prisiones, como
el INOF, la proporción entre médicos e internos está
por debajo de uno por cada cincuenta, lo habitual es que sea mucho más
alta: por ejemplo, según el informe del Ministerio de Justicia de
1995, los dos centros de San Juan de los Morros tienen un médico
por cada 570 internos; en Cunamá hay un médico por cada 492
internos y en La Pica hay un médico por cada 443 internos. Es más,
muchos de estos médicos sólo trabajan en la prisión
un día por semana o tan sólo durante unas cuantas horas.
Por ejemplo, en Sabaneta -- que según el informe del Ministerio
de Justicia tiene en su plantilla a cuatro médicos, un psiquiatra,
y otros funcionarios médicos (para más de 2.000 internos)
-- la única enfermera de servicio nos dijo que el único médico
del centro acudía dos días a la semana, en general tres o
cuatro horas cada uno de esos días.(197)
En Catia sólo había un médico de servicio durante
la mañana, aunque nos dijeron que por la tarde había cuatro.(198)
A deshoras y durante los fines de semana, cuando no existe personal médico
disponible, los internos enfermos tienen que esperar simplemente hasta
el siguiente día laborable.
La mayoría de las farmacias
de las prisiones sólo disponen de un mínimo de productos
médicos: aspirinas, yodo, vendas, y productos similares. La funcionaria
médica de Catia nos mostró armarios de medicinas casi vacíos
que contenían unas cuantas cajas de medicamentos, la mayoría
de los cuales, como nos señaló, estaban caducados.(199)
Asimismo, las medicinas estaban prácticamente agotadas en la farmacia
de Sabaneta. En la enfermería de Tocuyito había un esterilizador,
media docena de guantes de goma y un gotero de suero y yodo; la farmacia
de la prisión contenía poco más que calmantes, yodo,
alcohol y otros productos desinfectantes. La directora del anexo para mujeres
de Tocuyito nos dijo que llevaba tres meses "luchando" por conseguir anestesia
para la enfermería del anexo.(200)
La farmacia de El Rodeo, quizá la mejor abastecida de todas las
que vimos, contenía reservas de vitaminas, alcohol, bolsas de suero,
goteros, esparadrapo, y unos cuantos medicamentos. La mayoría de
estas provisiones había sido donada por grupos religiosos locales
como Justicia y Paz.
Debido a que las instalaciones médicas
de las prisiones no están equipadas en absoluto para ofrecer más
que la atención médica más básica, los presos
con graves problemas médicos deben ser trasladados a hospitales
(especialmente en un par de prisiones, como El Dorado, que carecen incluso
de una enfermería). No obstante, puede ser difícil conseguir
transporte a hospitales locales. En la mayoría de las prisiones
visitadas por Human Rights Watch nos informaron de que sólo tenían
una ambulancia en funcionamiento disponible, y en algunas prisiones ni
siquiera eso. El director de El Rodeo nos dijo primero que la prisión
tenía una ambulancia pero que "no está aquí ahora."
El personal médico nos dijo que la ambulancia estaba averiada y
que los funcionarios de prisiones habían recurrido a un minibús
para trasladar a los presos al hospital local. Finalmente, un funcionario
médico declaró, "Ese bus ha estado en el taller mucho tiempo.
Yo llegué en junio [nueve meses antes] y no funcionaba entonces.
Pedimos la ayuda de los bomberos cuando tenemos que trasladar a un preso
al hospital."(201)
Estas carencias de personal y suministros
son el resultado de una falta grave de fondos. Según las cifras
del Ministerio de Justicia, en 1995 se presupuestaron 30 millones de bolívares
(unos 103.806 dólares) para la atención médica en
las prisiones, es decir 1.364 B (unos 4,72 $) por preso al año.
Esta cantidad, en la que no se incluían los salarios del personal
médico, representaba el 0,8 por ciento del total de los fondos destinados
a cubrir los costes de las prisiones.
Al ser difícil obtener acceso
al personal médico y que no suelen estar disponibles incluso las
medicinas más básicas, los internos dependen de sus familiares
o amigos para cubrir sus necesidades médicas, al igual que dependen
de sus contactos en el exterior para obtener cualquier otra necesidad de
la vida en la prisión. Un interno de La Planta declaró, "Aquí
hay una enfermera, pero no hace nada. Los internos tienen que conseguir
sus propias medicinas."(202) Esto quedó
especialmente patente después de que guardias nacionales peinaran
un área de la prisión golpeando indiscriminadamente con sus
peinillas a los presos, con el resultado de internos de plantas enteras
de la prisión con espaldas y traseros desgarrados y sangrando. Los
internos prefirieron esperar a que sus familias les visitaran para pedirles
que les trajeran pomadas para aliviar sus heridas, en lugar de solicitar
el permiso de esos mismos vigilantes para que los llevaran a la enfermería.
Una familiar entrevistada por Human Rights Watch declaró que siempre
llevaba pomada a su hijo mientras estaba detenido en Catia por que nunca
sabía cuando iban a pegarle los vigilantes.
A pesar de las llamadas ocasionales
de los comités legislativos y del Fiscal General para que se remedie
la situación, hasta el Ministerio de Justicia reconoce que el estado
de la atención médica en las prisiones del país sigue
siendo gravemente deficiente.(203) Entre
las iniciativas a nivel estatal para remediar la situación se encuentra
el establecimiento de la Fundación para el Desarrollo Integral del
Servicio Penitenciario del Estado Miranda, creada en diciembre de 1996,
uno de cuyos objetivos es atender las necesidades sanitarias de los presos
de las seis prisiones del estado.(204)
Salud mental
Las leyes de Venezuela, en consonancia
con las normas internacionales, exigen que cada una de sus prisiones ofrezca
atención psiquiátrica.(205)
No obstante, en diciembre de 1995 el Ministerio de Justicia admitió
que "la atención a la salud mental [era] prácticamente inexistente"
en las prisiones venezolanas, en la totalidad del sistema penitenciario
del país sólo había trece psiquiatras y veinticinco
psicólogos.(206) Es más,
es probable que estas cifras sean una exageración del nivel de atención
que se ofrece, ya que no vimos a un sólo especialista en salud mental
en ninguno de los centros que visitamos.
Las condiciones de los presos enfermos
mentales en los centros visitados por Human Rights Watch eran aterradoras,
similares a las de los asilos para personas insanas del siglo XIX. En la
Penitenciaria General de Venezuela en San Juan de los Morros, donde se
encuentra el anexo psiquiátrico del sistema penitenciario, los cuarenta
internos del pabellón estaban encerrados en un edificio inmundo,
aislados del resto de la población carcelaria y abandonados al parecer
sin ningún tipo de tratamiento. Había basura esparcida por
el patio interior y los muros transpiraban un fuerte hedor a orina. Un
interno cubierto por una sabana dormía sobre el suelo del corredor.
Otro de ellos se paseaba por el patio interior agitando sus brazos como
un pájaro, mientras un tercero cantaba una canción a los
representantes de Human Rights Watch desde la puerta del pabellón.
La situación de los internos
enfermos mentales en otras prisiones visitadas por Human Rights Watch era
aún peor. En Catia, los internos de un pabellón nos presentaron
a un joven detenido retrasado mental al que llamaban "el Rana." Según
otros internos, llevaba veinte meses en Catia. No podía recordar
si se había presentado ante un juez; no sabía porqué
ni cuándo fue detenido y parecía no saber dónde estaba.
Otros internos afirmaron que nunca se había presentado ante el tribunal
en relación a su caso y que tampoco había hablado con un
abogado desde su ingreso en prisión. Parecía desamparado,
víctima de otros internos y completamente abandonado por el sistema.
Quejas de los internos
Durante nuestras entrevistas los
internos nos transmitieron muchas quejas sobre la falta de atención
médica, ya fuera que la enfermería carecía de medicinas
y de otros artículos médicos básicos o que los vigilantes
se negaban a llevar a los internos de sus celdas a la enfermería
cuando se aquejaban de enfermedades. Uno de los internos de La Planta nos
dijo: "Siempre faltan vendas y antibióticos en la enfermería
y en general no están en buenas condiciones. Si un enfermo tiene
una enfermedad que no se puede ver los vigilantes no lo llevan a la enfermería."
Afirmó que en estos casos los vigilantes suelen ignorar las quejas
de los internos y los dejan en sus celdas.(207)
Muchos internos se quejaron de que el personal médico no estaba
disponible para atenderles ni siquiera cuando conseguían convencer
a los vigilantes o a los guardias nacionales para que los llevaran a la
enfermería. Nuestras propias observaciones comprobaron estas quejas.
Los siguientes casos son una muestra
de la falta desastrosa de atención médica que descubrimos
en las prisiones de Venezuela:
J.S., un interno de Sabaneta, nos
mostró su intestino abierto resultado de una herida provocada una
semana antes. Se había vendado el intestino con un poco de papel
higiénico para que no se infectara.(208)
F.M., un interno de Catia, nos pidió
que nos pusiéramos en contacto con su padre para comunicarle que
podía venir a la prisión al día siguiente y que debía
traer algo para las heridas que la Policía Metropolitana había
infringido al interno la semana anterior.
J.R., otro interno de Sabaneta, nos
pidió que habláramos por él con el director de la
prisión. Mientras desdoblaba un trozo de tela sucio que cubría
una herida de arma blanca en su estómago, nos dijo que el médico
de la prisión había prometido trasladarle al hospital local
para que recibiera atención médica. No había recibido
noticias desde entonces y su herida llevaba siete días sin tratamiento.
Un interno de Ciudad Bolívar
en silla de ruedas nos dijo que hace meses había sido herido y se
había quedado parapléjico; no le habían administrado
terapia física ni otro tipo de tratamiento para restaurar la movilidad
de las piernas.
Un preso de la Torre Sur de Catia
nos dijo que no había podido ver a un médico para que le
tratara una herida de bala en la pierna, la cual había vendado con
un trozo de tela sucio.
M.O., un preso que llevaba tres meses
en el área de máxima seguridad de Sabaneta, nos mostró
una herida abierta en la pierna de la que goteaba pus. No consiguió
que le vendaran la pierna por que los vigilantes de la prisión no
querían llevarle a la enfermería y su pierna se había
infectado al estar expuesta a las moscas y otros insectos.
E.D., otro interno del bloque de
máxima seguridad de Sabaneta, nos mostró su pierna hinchada
y dijo que después de que le dispararan en la pierna nunca le extrajeron
las balas. Le permitieron cumplir tres meses de condena en su casa mientras
se recuperaba y posteriormente tuvo que regresar al área de máxima
seguridad. Se quejaba de que, "Aquí te dicen que te van a llevar
al hospital y no lo hacen. Es como si fuéramos animales."
Las quejas de este tipo eran la regla
general en las prisiones que visitamos, aunque en ocasiones comprobamos
que algunos internos habían recibido al menos cierta atención
médica. En El Dorado, un interno nos informó de que había
padecido una diarrea con sangre en sus heces. Cuando le preguntamos si
había podido ver a un médico o a una enfermera, nos dijo
que había estado varias veces en la enfermería desde el primer
día que empezó a tener síntomas y nos mostró
una caja de pastillas que le habían recetado.(209)
Otro interno del complejo de El Dorado nos explicó que lo habían
tratado de una fiebre alta que podría haber sido malaria; afirmó que el personal médico de El Dorado solía atender bastante rápido a los internos.(210)
CAPÍTULO VIII CONTACTOS CON EL EXTERIOR
REGRESAR AL PRINCIPIO
179.
Ver, en general, Ministerio de Justicia, "Situación del sistema
de salud penitenciaria" (1995).
180.
El Ministerio informó de que 853 internos fueron heridos con armas
blancas; 364 con armas de fuego; cincuenta y dos con armas de ambos tipos
y ocho fueron heridos por armas de fuego caseras. Ministerio de Justicia,
"Reporte de sucesos por total," Caracas, 25 de marzo de 1996.
181.
Centro Penitenciario de Carabobo, Acta, 4 febrero de 1996.
182.
Escalona, "Presos mala conducta..."
183.
Ministerio de Justicia, "Reporte de sucesos por total."
184.
Entrevistas de Human Rights Watch, San Juan de los Morros, 7 de marzo de
1996.
185.
Ministerio de Justicia, "Reporte de sucesos por total."
186.
Victor Manuel Reinoso, "Intento de suicidio en Tocuyito prueba violación
de derechos humanos en el país," El Nacional, 4 de febrero
de 1995.
187.
"Situación del sistema de salud penitenciaria," pág. 6.
188.
Por ejemplo, entrevista de Human Rights Watch en Sabaneta, Maracaibo, 11
de marzo de 1996.
189.
Ver Alonso Zambrano, "Confirmados 85 casos de cólera en la cárcel
de Sabaneta," El Nacional, 9 de mayo de 1997; "Tres casos de cólera
en retén de La Planta," El Universal, 25 de julio de 1997.
190.
Ver Yvette Pérez C., "Enfermedades infecto-contagiosas proliferan
en nuestras cárceles," El Mundo, 28 de agosto de 1997.
191.
En la enfermería de La Planta en Caracas se almacenaban preservativos,
pero era el único centro que lo hacía de todos los visitados
por Human Rights Watch.
192.
"Situación del sistema de salud penitenciaria," pág. 6.
193.
Artículo 42 de la Ley de Régimen Penitenciario; Artículo
21 del Reglamento de Internados Judiciales. Las Reglas Mínimas de
las Naciones Unidas estipulan que "[t]odo establecimiento penitenciario
dispondrá por lo menos de los servicios de un médico calificado"
que "estará encargado de velar por la salud física y mental
de los reclusos. Deberá visitar diariamente a todos los reclusos
enfermos, a todos los que se quejen de estar enfermos y a todos aquellos
sobre los cuales se llame su atención." Artículos 22(1) y
25(1) de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas.
194.
Artículos 42 a 49 de la Ley de Régimen Penitenciario.
195.
Subcomisión de Derechos Humanos y Garantías Constitucionales,
"Informe de la Presidencia de la Subcomisión de Derechos Humanos
y Garantías Constitucionales correspondiente a 1995," Caracas, 1995.
196.
Entrevista de Human Rights Watch, Caracas, 18 de marzo de 1996.
197.
Entrevista de Human Rights Watch con enfermera, Sabaneta, 11 de marzo de
1996. Por otra parte nos dijo que había tres enfermeras: una en
el turno de la mañana y dos en el de la tarde.
198.
Entrevista de Human Rights Watch con Orosman A. Azuaje, director en funciones,
Caracas, 18 de marzo de 1996.
199.
Ibíd.
200.
Entrevista de Human Rights Watch, Valencia, 10 de marzo de 1996.
201.
Entrevista de Human Rights Watch, El Rodeo, 16 de marzo de 1996.
202.
Entrevista de Human Rights Watch, Caracas, 5 de marzo de 1996.
203.
Ver "Diagnóstico," El Universal, 31 de agosto de 1997.
204.
Ver Fundación para el Desarrollo Integral del Servicio Penitenciario
del Estado Miranda, "Memoria y Cuenta, FUNSEPEM 1997"; Willmer Poleo Zerpa,
"Operativo sanitario en cárcel de Yare I," El Universal,
25 de mayo de 1997 (en el que se describe un proyecto piloto para que un
gran número de profesionales sanitarios ofrezcan atención
médica a unos 800 presos en la prisión de Yare).
205.
Artículo 47 de la Ley de Régimen Penitenciario, Artículo
22 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas.
206.
"Situación del sistema de salud penitenciaria," pág. 8.
207.
Entrevista de Human Rights Watch, Caracas, 5 de marzo de 1996.
208.
Hemos identificado a los presos entrevistados por sus iniciales de manera
a proteger su identidad, ya que siguen estando a merced de las autoridades
penitenciarias.
209.
Entrevista de Human Rights Watch, El Dorado, 13 de marzo de 1996.
210.
Entrevista de Human Rights Watch, El Dorado, 13 de marzo de 1996.