Los presos se matan entre ellos por 50 bolívares; se pelean por cigarrillos. Lo peor de esto es que algunos de ellos sólo matan para hacerse un nombre, para tener una fama de duros.
-- José Luis
C., un preso de La Planta, hablando de Catia.
¿Respeto
al derecho a la vida? Lo tienes si estás tan bien armado con el
otro tipo.
-- Joel F.,
un preso de Tocuyito.
Aunque son famosas por el hacinamiento, decadencia física y corrupción, la característica
más conocida de las prisiones de Venezuela es la violencia extrema.
Durante la última década han muerto miles de presos a manos
de sus compañeros. Algunos presos han muerto durante las explosiones
de violencia que llegaron a las portadas de los diarios, como la masacre
de Sabaneta de 1994, pero la muerte de muchos otros ha pasado desapercibida,
son los perdedores de la lucha diaria por la supervivencia en las prisiones
venezolanas.
Durante nuestra visita al país
vimos muestras estremecedoras de la violencia crónica del sistema
penitenciario. Llegamos a Tocuyito, el tercer centro que visitamos, poco
después de que sacaran a la entrada a un preso acuchillado cuyo
estomago sangraba. En Ciudad Bolívar vimos a otro preso tumbado
cerca de la entrada paralizado por una bala alojada en su espina dorsal.
En la misma prisión dos internos habían sido asesinados dos
días antes de nuestra llegada. En otros centros los presos nos mostraron
heridas purulentas y cicatrices profundas e irregulares, y nos contaron
sus batallas que concluían casi siempre con la frase "Es la supervivencia
del más fuerte"; también mostraron sus armas que iban de
clavos afilados a pistolas caseras.
Dentro del duro ambiente de las prisiones
venezolanas los internos suelen sacar partido explotando y abusando de
otros. Los presos más fuertes y poderosos, conocidos como "caciques"
o "huacamacacos," están bien alimentados, viven en celdas menos
hacinadas y más cómodas, ganan dinero a costa de los demás
y otros les hacen las tareas. Por el contrario, los presos más débiles
y menos poderosos padecen todas las privaciones más graves de la
vida carcelaria. Duermen en el suelo de pasillos hacinados; limpian las
celdas de otros presos; les roban sus pertenencias; les maltratan, roban
y violan.
El hacinamiento es un factor importante
de la violencia en las prisiones, ya que los presos luchan entre ellos
para obtener un espacio vital mínimo propio. En la mayoría
de las prisiones no se asignan celdas concretas a los internos, sino que
se les sitúa en bloques de celdas donde tienen que encontrar o amigos
que quieran compartir su espacio con ellos, o alquilar el espacio, comprarlo
o tomarlo por la fuerza. Los presos dominantes administran el espacio en
las celdas y los presos con dinero les pagan para conseguir una celda.
Carencia de vigilantes
En la totalidad del sistema penitenciario
trabajan poco más de 5.000 personas, incluyendo el personal administrativo,
personal técnico (médicos, psicólogos) y aproximadamente
2.000 vigilantes.(120) Los funcionarios
del Ministerio de Justicia reconocieron que dentro de esta cifra tiene
prominencia el personal administrativo, y que existe un carencia peligrosa
de vigilantes civiles.(121) El hecho que
algunos directores de prisiones estuvieran asignando a tareas administrativas
a personas contratadas como vigilantes agravaba el problema. Como admitió
el año pasado el Ministro de Justicia Hilarión Cardozo, "[t]enemos
médicos, abogados y secretarias contratadas como vigilantes."(122)
En cada una de las prisiones sólo
encontramos a un puñado de vigilantes encargados de mantener el
control de cantidades absolutamente desproporcionadas de presos. Por ejemplo,
en Sabaneta había un total de treinta y seis vigilantes encargados
de vigilar a más de 2.300 presos. Por regla general el número
de vigilantes en activo sólo era una fracción de los treinta
y seis, ya que estaban divididos en dos turnos y que muchos de ellos tenían
que salir con frecuencia acompañando a presos fuera del centro.
De hecho, el día de nuestra visita sólo había trece
vigilantes de servicio (una proporción de un vigilante por cada
180 presos). Es más, el director de Sabaneta admitió que
en ocasiones sólo había tenido a cuatro vigilantes disponibles
para supervisar a toda la población carcelaria (una proporción
de un vigilante por cada 575 presos).(123)
Aunque el caso de Sabaneta es extremo,
encontramos la misma desproporción entre vigilantes y presos en
otras prisiones, y en algunas la cifras era casi igual de extremas. Las
otras prisiones más destacadas en términos de falta de personal
eran Ciudad Bolívar, con ocho vigilantes de servicio para vigilar
a 1.180 presos (una proporción de 148 a uno), Tocorón, con
cuatro vigilantes de servicio para vigilar a 1.042 presos (una proporción
de 260 a uno), y Catia, con trece vigilantes de servicio para vigilar a
1.840 presos (una proporción de 142 a uno). Pero incluso en los
casos en que la vigilancia de los presos era mejor seguía existiendo
una falta de personal (cuando visitamos La Planta, la prisión para
hombres más proporcionada en términos de vigilancia, había
veintinueve vigilantes de servicio para la supervisión de 1.979
presos, una proporción de sesenta y cuatro presos por vigilante).
Como reconocieron casi todos los
directores de prisiones, con tan pocas vigilantes es imposible mantener
el control de la población carcelaria correspondiente. Por ejemplo,
el director de Catia declaró que en lugar de treinta vigilantes
divididos en dos turnos, que era el personal que tenía entonces,
necesitaría como mínimo 150 vigilantes (setenta y cinco en
cada turno) para mantener cualquier control eficaz de la prisión.(124)
El director de Tocuyito admitió que tenía un diez por ciento
de los vigilantes que necesitaba. En Ciudad Bolívar, el director
declaró simplemente que con los pocos vigilantes de que disponía,
"Observamos desde las puertas."(125)
En consecuencia, la mayoría
del tiempo los presos no están vigilados. De hecho, en los casos
de Sabaneta y Ciudad Bolívar los vigilantes han renegado totalmente
del control de las prisiones: permanecen casi siempre en las áreas
administrativas y dejan a los presos a su libre albedrío. (Cuando
visitamos ambos centros, ninguno de los vigilantes entró con nosotros.)
En otros casos, especialmente en prisiones como El Rodeo y la Penitenciaría
General de Venezuela, donde los internos están confinados a sus
bloques celdas, los vigilantes patrullan desde el exterior de los bloques
y muy pocas veces se aventuran en el interior, donde los abusos se producen
sin trabas.
Es más, en algunos casos las
autoridades penitenciarias han ratificado la jerarquía de presos
que gobierna efectivamente un centro ante la ausencia de una supervisión
adecuada por parte de los vigilantes. Por ejemplo, cuando preguntamos a
los vigilantes de La Planta cómo era posible mantener el control
de la población carcelaria siendo tan pocos, afirmaron que el control
estaba en manos de "los presos dominantes."(126)
Asimismo, en Catia una serie de presos conocidos como "polipresos" cumplieron
la tarea de vigilantes.
Disponibilidad de armas
En las prisiones hay abundancia de
armas de todo tipo. Vimos muchos cuchillos, llamados "chuzos", y, en una
prisión, vimos armas de fuego caseras, llamadas "chopos". También
se encuentran pistolas y granadas de mano en las prisiones. Para dar una
idea de la dimensión del problema, en marzo de 1988, 1.950 kilogramos
de hierro, que correspondía a las armas caseras de los presos descubiertas
durante los registros de las prisiones de Caracas , fueron fundidos en
una empresa local siderúrgica. En tan sólo un mes -- enero
de 1988-- fueron confiscados en las prisiones 2.258 armas blancas, nueve
pistolas, 12 revólveres, 463 chopos, una escopeta, y cuatro granadas.(127)
En total, en 1997 se confiscaron al menos 15.204 armas blancas, 48 pistolas,
2.005 chopos, 54 escopetas, y 90 revólveres.(128)
De hecho, en tan sólo una inspección rutinaria en Sabaneta
en marzo de 1996 se descubrieron las siguientes armas: cien cuchillos,
seis machetes y doce proyectiles de bala; en una inspección realizada
dos semanas se habían descubierto un revolver del calibre 38 mm.
y una granada.(129)
La superabundancia de armas ha alimentado
un tráfico de armas en las prisiones. Aunque se ha discutido la
procedencia de las armas -- si son las vigilantes o los visitantes los
que las introducen --, teniendo en cuenta la cantidad de las mismas y las
inspecciones meticulosas a las que se somete a los visitantes, es evidente
que muchas de las armas sólo pudieron entrar con la complicidad
de las vigilantes. De hecho, el director de Tocorón no tuvo reparos
en admitir que las armas que había en el centro habían entrado
con la ayuda de vigilantes; sabía que varios vigilantes civiles
y guardias nacionales habían perdido sus puestos debido a este hecho.(130)
Además de las armas introducidas también existen armas caseras.
Como muestra de la alarmante ingenuidad de las autoridades, los presos
fabrican instrumentos afilados con cualquier pieza de metal que encuentran.
En algunas de las prisiones más antiguas y deterioradas, por ejemplo
en los bloques de celdas de Tocuyito que no han sido renovados, constatamos
que habían cortado varios barrotes de las celdas para convertirlos
en armas. El resultado es que a pesar de realizar frecuentes inspecciones
en busca de armas, éstas no tienen el efecto perceptible de desarmar
a la población carcelaria. Como declaró un guardia nacional,
"Hoy les quitamos cincuenta chuzos y mañana aparecen cien más."(131)
Ciudad Bolívar era la más
alarmante en cuestión de armas de todas las que vimos. Mientras
que en otros centros los presos camuflaban sus armas, en Ciudad Bolívar
los presos se paseaban mostrando claramente sus chuzos: en sus manos o
colgados de sus cintos. Al cabo de un día allí vimos grandes
cantidades de cuchillos y machetes, algunos bastante grandes, y unas cuarenta
armas caseras.
Violencia
Teniendo en cuenta estas circunstancias,
no es sorprendente que la violencia -- con frecuentes asesinatos -- sea
una realidad cotidiana en las vidas de los presos venezolanos. Según
las estadísticas oficiales, en 1997 fueron asesinados 336 presos
y 1.438 heridos en las prisiones venezolanas, la mayoría de ellos
a manos de sus propios compañeros.(132)
Es decir que cada semana fueron asesinados un promedio de al menos seis
presos y resultaron heridos más de 27.
Lo que es aún más alarmante,
estas cifras suponen un aumento considerable con relación al pasado.
En 1996, según las estadísticas oficiales, unos 207 presos
fueron asesinados y 1.133 resultaron heridos; mientras que en 1995 fueron
asesinados al menos 239 internos.(133)
Sólo remontándose a 1994, el año de la masacre de
Sabaneta, se pueden observar cifras similares: en ese año fueron
asesinados al menos 345 internos, casi una tercera parte de ellos en un
sólo día.(134)
La masacre de Sabaneta fue la tragedia
más grave de la historia penitenciaria venezolana: se saldó
con la muerte de al menos 108 presos, así como un gran número
de heridos.(135) El 3 de enero durante
unas dos horas, ante la mirada de vigilantes civiles y miembros de la Guardia
Nacional, un grupo de internos de una sección de la prisión
incendiaron los bloques de celdas de otra sección y dispararon,
acuchillaron e incluso decapitaron a los internos que lograron escapar
de las llamas. Según varias fuentes entrevistadas por Human Rights
Watch poco después del estallido de violencia, el retraso en la
intervención de las autoridades para detener la violencia era premeditado
y el resultado de una decisión deliberada de dejar que los presos
se mataran entre ellos.(136) Ya fuera
una acción deliberada o una negligencia grave, el hecho de que los
funcionarios no intervinieran constituye una violación del derecho
a la vida de los presos protegido por el derecho humanitario internacional.
La masacre de Sabaneta fue un hecho
singular por su nivel de violencia, pero la respuesta de las autoridades
en este caso simboliza en muchos sentidos la situación general de
las prisiones venezolanas. Cada año la tasa de muertes en las prisiones
supera con creces el número de muertes en la tragedia de Sabaneta,
y con frecuencia se producen en las prisiones masacres a menor escala.(137)
No obstante, las autoridades competentes siguen sin tomar medidas adecuadas
para poner fin a los asesinatos. Lamentablemente, teniendo en cuenta las
condiciones de las prisiones, estas muertes violentas son más que
pronosticables. De hecho, se producen con tal periodicidad que los periodistas
se han dedicado incluso a escribir sobre "la próxima masacre" cuando
informan sobre las anteriores.(138)
En este contexto, las dos explosiones
de violencia más importantes que se produjeron en 1997 fueron alarmantes
pero no sorprendentes. La primera de ellas se produjo el 28 de agosto de
1997 y se inició con un ataque a primeras horas de la mañana
de un grupo de presos de la prisión de El Dorado contra un grupo
albergado en un área separada del centro; se saldó con 29
muertos y numerosos heridos. "Los locales," los internos del estado de
Bolívar, iniciaron un incendio en la zona de "los guajiros," los
presos trasladados del estado de Zulia a El Dorado; y después asesinaron
a numerosos guajiros con chopos y machetes. Debido a su número reducido,
el puñado de vigilantes de servicio durante el ataque no pudieron
intervenir. Es inquietante que las autoridades no permitieran el acceso
de los periodistas al centro en las postrimerías de la explosión
de violencia, lo que impidió que los medios de comunicación
cubrieran los hechos (en contraste con la libertad de acceso que los medios
de comunicación disfrutaron en la prisión de La Planta tras
los asesinatos de noviembre de 1996).(139)
La masacre fue una demostración
de que El Dorado era un centro absolutamente inapropiado para su uso como
prisión y de la irracionalidad de los planes del Ministerio de Justicia
de ampliar este centro. Sin ambulancias, teléfonos, ni un centro
médico local, la prisión estaba sumamente mal equipada para
resolver cualquier tipo de emergencia. Dos mese antes de los asesinatos,
el Fiscal General ya había recomendado el cierre de la Casa Amarilla.
El segundo incidente se produjo el
25 de noviembre de 1997 en la prisión de Sabaneta: un incendio provocado
por un cortocircuito se saldó con la muerte de 16 presos y 32 heridos.
En las dos ocasiones que visitamos la prisión, en 1994 y en 1996,
pudimos comprobar las posibilidades de que se produjera un incendio de
ese tipo. Al igual que en varias otras prisiones venezolanas, el centro
estaba recubierto de una maraña de cables eléctricos instalados
por los presos.
Bandas y otras formas de asociación
La mayoría de la violencia
en las prisiones proviene de las bandas. Las bandas suelen controlar el
tráfico de armas, así como el importante narcotráfico
en las prisiones; las grandes cantidades de dinero en juego suelen provocar
enfrentamientos violentos entre grupos rivales.
Muchas bandas aglutinan a presos
de la misma ciudad o región. Como hemos mencionado anteriormente,
la masacre de El Dorado de agosto de 1997 enfrentó a "los locales,"
procedentes del estado de Bolívar, con "los guajiros," procedentes
del estado de Zulia. Los dos grupos han estado luchando por el control
del centro, que, al tener una carencia tan grave de personal, no estaba
controlado en absoluto por las autoridades penitenciarias.
Además, a veces las rivalidades
se reparten entre los diferentes bloques de celdas de la misma prisión.
Por ejemplo, en la Cárcel Nacional de Venezuela, los bloques 4 y
5 están enfrentados con los bloques 1 y 2; en Tocuyito, los presos
del bloque 2 no pueden aventurarse en las inmediaciones del bloque 3, y
al contrario, por miedo a ser asesinados. Algunas bandas se distinguen
por su forma de vestir. En El Rodeo, conversamos con miembros de la banda
"barrio bronx," que se distinguen por sus pañuelos blancos en la
cabeza, y que profesan un odio mortal a los miembros de la banda vecina
"barrio chino."
Violación
Aunque es difícil estimar
la frecuencia de las violaciones entre presos -- ya que muchos presos tienen
reticencia a hablar del tema y que las cicatrices que dejan las violaciones
son más bien psicológicas y no apreciables a simple vista
-- los expertos y abogados de prisiones la consideran una amenaza constante,
especialmente para los presos más jóvenes, pequeños
y débiles. El director de Tocuyito, con más de treinta años
de experiencia en prisiones, ha concluido que los abusos sexuales recaen
de manera abrumadora sobre los presos jóvenes; nos dijo que deberían
ofrecérseles alternativas a la prisión. El experto en prisiones
Elio Gómez Grillo explicó que los "caciques" de las prisiones
"inician" a los presos vulnerables, los violan por primera vez y después
los venden a otros presos o alquilan sus servicios sexuales.(140)
Los presos que padecen dicho abuso acaban convirtiéndose en la práctica
en esclavos de sus abusadores.
Aunque ciertos presos reconocieron
que la violación constituía un problema,(141)
sólo unos cuantos presos hablaron del asunto partiendo de su experiencia
personal. Uno de ellos ha estado encarcelado en La Planta en Caracas desde
que tenía diecisiete años. Nos dijo:
Los presos más antiguos, que
han estado aquí más tiempo, quieren hacerte una mujer; sabe
lo que quiero decir; quieren usar tu cuerpo. Tienes que saber cómo
defenderte. Hemos visto cosas terribles que han pasado aquí; de
lo peor. Los jueces no tienen ni idea de lo que pasa; no saben nada o no
nos mandarían aquí.(142)
En 1993, cuando este interno llegó
por primera vez a La Planta, le atacó y violó un grupo de
presos. Su única escapatoria era trasladarse a la zona de aislamiento
disciplinario en el área "máxima" de La Planta, una zona
oscura y fría del centro sin salida al exterior. Después
de pasar un año allí regresó al bloque de celdas.
Declaró que había aprendido a defenderse y, cuando le pedimos
que fuera más específico, nos dijo que tenía un chuzo
y que sabía como utilizarlo.
Otro preso explicó cómo
fue violado por cuatro miembros de una banda con motivo de un enfrentamiento
entre dos bandas rivales. Los cuatro violadores le sujetaron la cabeza
mientras le apuntaban con un revolver. Nos dijo que lo que le había
pasado era un "problema común": en cada área de la prisión
hay líderes de los presos que ejercen su poder abusando de otros.
Finalmente, el director de Tocuyito nos explicó el caso especialmente
triste de un joven preso que contrajo el SIDA tras haber sido violado por
veinte internos.
"Refugiados"
Antes que exponerse al riesgo constante,
algunos presos se retiran de este ambiente peligroso. Casi todos los centros
que visitamos tenían al menos un grupo de "refugiados" o "aislados":
presos débiles, ancianos, o incapaces de convivir con la población
carcelaria general. Dichos presos no viven en los bloques de celdas normales,
sino en áreas de refugio temporales -- con frecuencia aulas de clase
y oficinas administrativas remodeladas o celdas de aislamiento disciplinario
-- y suelen estar mezclados con los presos en aislamiento disciplinario.
Estos presos tienen que pagar un
alto precio para obtener mayor seguridad. Por norma, las áreas de
refugio están bastante más atestadas y en peores condiciones
que el resto de la prisión. Por ejemplo, en Catia Human Rights Watch
vio a catorce presos que llevaban cinco meses en un cuarto que medía
aproximadamente tres por cinco metros, es decir un metro cuadrado para
cada preso. "Estamos jodidos," nos dijo un interno, y nos explicó
que tenían enemigos y que si regresaban a sus bloques de celdas
los asesinarían. Los internos salían de la celda una vez
a la semana para las visitas; pero el resto del tiempo, se bañaban,
lavaban su ropa, cocinaban, defecaban, y orinaban en la celda. (Ya que
la celda no tenía un retrete, defecaban en papeles de periódico
que después tiraban por la ventana.)
Cuando Human Rights Watch visitó
la Máxima de Carabobo, la cárcel de máxima seguridad
del país, descubrió que cerca de la cuarta parte de los presos
eran refugiados que habían sido trasladados al centro como medida
de protección. Mientras que los presos en situación de castigo
no pasan más de tres meses en la Máxima, los refugiados permanecen
durante años. En el bloque B de la primera planta de la Máxima
-- uno de los corredores más oscuros, fríos, plagados de
insectos y atestados de basura de las prisiones de Venezuela -- había
veintidós presos, de los cuales seis eran refugiados. A pesar de
que en términos generales la Máxima no existía hacinamiento,
estos veintidós presos compartían ocho celdas para dos personas,
lo que obligaba a varios de ellos a dormir en un pasillo inmundo. No había
luz artificial y la luz natural era escasa ya que era un pasillo interior
de un edificio de tres plantas. Uno de los refugiados llevaba seis años
en este bloque.
Los refugiados también constituían
una gran parte de los presos del anexo disciplinario de Sabaneta. En cada
celda de seis por nueve metros había entre cuatro y cinco internos
que sólo podían salir de las mismas cuando habían
visitas o unas cuantas horas cada semana para hacer ejercicio. Los retretes
de las celdas estaban rotos y los presos tenían que defecar en papeles
de periódico y tirarlos al exterior. Algunos refugiados permanecen
allí durante meses.
Asimismo, de los treinta y dos presos
encerrados en el área de aislamiento de La Planta en Caracas, sólo
un puñado estaba allí por motivos disciplinarios. La mayoría
de los internos estaban allí por que, como nos dijo sin rodeos el
director de la prisión, "Temen por sus vidas."(143)
Entre los internados en el área se encontraban un preso con heridas
de arma blanca que acababa de pasar dos días en el hospital y que
nos dijo que lo trasladaron a la Máxima para salvarle la vida; un
interno anciano que nos dijo que había acabado en la Máxima
debido a un conflicto territorial, y un interno de aspecto muy joven (dijo
que acababa de cumplir los dieciocho, aunque parecía más
joven) que nos explicó que sencillamente había "tenido problemas"
en uno de los bloques de celdas.
CAPÍTULO VI ABUSOS POR PARTE DE GUARDIAS CIVILES Y MILITARES
REGRESAR AL PRINCIPIO
120.
Roberto Giusti, "Una guerra de mafias provocó la masacre," El
Universal, 31 de agosto de 1997 (donde se cita al Ministerio de Justicia).
121.
Entrevista de Human Rights Watch con la Dra. Mirna Yépez, Caracas,
6 de marzo de 1996. Por ejemplo, cuando realizamos nuestra visita a El
Rodeo, el personal administrativo era más de tres veces superior
al número de vigilantes. Entrevista de Human Rights Watch con Tirso
Meza Núñez, prisión de El Rodeo, 16 de marzo de 1996.
122.
Roberto Giusti, "Una guerra . . ."
123.
Entrevista de Human Rights Watch, Maracaibo, 11 de marzo de 1996.
124.
Entrevista de Human Rights Watch, Orosman A. Azuaje, Caracas, 18 de marzo
de 1996.
125.
Entrevista de Human Rights Watch con Humberto Rivas, 14 de marzo de 1996.
126.
Delegar el poder a los presos dominantes es una decisión arriesgada.
Como concluyó Human Rights Watch en su informe global sobre prisiones:
"Nunca se debe situar a un interno en un puesto en el que pueda ejercer
una autoridad significativa sobre otros presos." Las posibilidades de que
con dicha autoridad cometa abusos son demasiado grandes. Human Rights Watch,
Global Report on Prisons (Informe global sobre prisiones) (Human
Rights Watch: New York, 1993), pág. 46.
127.
Ministerio de Justicia, Fiscalización y Control del Sistema Penitenciario,
"Relación de Decomisos y Fugas, enero de 1998."
128.
Ministerio de Justicia, Fiscalización y Control del Sistema Penitenciario,
"Hechos de agresión y decomisos, 1997."
129.
"Acta de Requisa," 2 de marzo de 1996; "Acta de Requisa Extraordinaria,"
16 de febrero de 1996.
130.
Entrevista de Human Rights Watch con Miguel Garafalo d'Angelo, Aragua,
21 de marzo de 1996. Ver también, Edgar López, "Clausurado
el Retén de Catia," El Nacional, 26 de enero de 1997 (en
el que se describe la detención de un vigilante que estaba intentando
introducir municiones en el anexo recién inaugurado de El Rodeo).
131.
Entrevista de Human Rights Watch, prisión de Tocuyito, Valencia,
9 de marzo de 1996.
132.
Oficina de Fiscalización y Control del Sistema Penitenciario, Ministerio
de Justicia (documento en los archivos de Human Rights Watch). Estas cifras
no están desglosadas en presos asesinados por vigilantes y presos
asesinados por otros presos, aunque tras conversar con presos y observadores
del sistema penitenciario concluimos que la gran mayoría de las
muertes se producen por enfrentamientos entre presos. Por supuesto, como
demuestra la masacre de La Planta, la violencia por parte de los vigilantes
también constituye un problema grave. (Ver más adelante.)
Cabe insistir también
en que estas estadísticas parecen inexactas y son estimaciones por
debajo de la realidad. Elio Gómez Grillo, penalista venezolano y
observador desde hace años del sistema penitenciario, nos dijo que
considera que la cifra real de muertes se acerca más a los 1.000
internos por año. Entrevista de Human Rights Watch, Caracas, 5 de
marzo de 1996.
133.
Escalona, "Asesinados 207 presos..." El Ministerio de Justicia también
proporcionó a Human Rights Watch estadísticas sobre el número
de muertes violentas entre el 1 de enero de 1995 y el 24 de marzo de 1996.
Doscientos y un internos murieron acuchillados, y 118 murieron por disparos
de armas de fuego (en este caso las estadísticas tampoco especifican
cuántas de estas muertes son responsabilidad de vigilantes y cuántas
de otros presos). Además de estas 319 muertes las estadísticas
citan una "muerte trágica," sin dar más explicaciones. Cabe
preguntarse qué puede ser considerado más trágico
ante el telón de fondo de tantos asesinatos.
134.
Ministerio Público, Fiscal General de la República, Informe
al Congreso de la República, Tomo II (Caracas: Imprenta Nacional,
1995), pág. 56.
135.
Para ver una amplia exposición sobre la masacre y sus consecuencias,
Human Rights Watch, Venezuela: Prison Massacre in Maracaibo (Venezuela:
Masacre en Maracaibo) (New York: Human Rights Watch, 1994).
136.
Asimismo, el informe de la comisión especial legislativa que investigó
la masacre declara que varios testigos presenciales de los hechos dijeron
que los funcionarios de la prisión se negaron a hacer sonar la alarma,
diciendo: "Dejarlos que se maten entre ellos." Informe de la Comisión
Especial de la cámara de Diputados para la investigación
de los hechos ocurridos en la Cárcel Nacional de Maracaibo (Sabaneta)
y en el Centro Penitenciario del Estado de Aragua (Tocorón),
Caracas, 19 de enero de 1994, pág. 5.
137.
Ver, por ejemplo, "Murió otro recluso dentro de la PGV," El Universal,
19 de abril de 1998; Eyrys Wilfredo Alvarado, "Cuatro reclusos asesinados
y otros 27 heridos en la PGV," El Universal, 18 de abril de 1998;
Victor Escalona, "En tres meses han asesinado a 23 reclusos en La Planta,"
El Universal, 16 de abril de 1998; Gustavor Rodríguez, "Mataron
2 reos en La Planta," El Universal, 30 de marzo de 1998; "Muertos
dos reos en Santa Ana," El Universal, 25 de marzo de 1998; "Cortan
suministros al penal de Guanare," El Universal, 12 de marzo de 1998
(un preso asesinado); Victor Escalona, "'No hay ola de violencia sino hechos
similares,'" El Universal, 11 de marzo de 1998 (cuatro presos asesinados);
"Murió preso en Mérida," El Universal, 9 de febrero
de 1998; Nefertiti Blanco, "Motín dejó seis víctimas,"
El Universal, 8 de febrero de 1998 (un preso asesinado y cinco heridos);
Taynem Hernández, "Alguien muere cada día en las cárceles,"
El Universal, 25 de enero de 1998; Alcides Castillo, "5 reclusos
muertos y 14 heridos durante tiroteo en La Planta," El Nacional,
17 de enero de 1998; Wilmer Poleo Zerpa, "Dos muertos durante riña
en La Planta," El Universal, 13 de diciembre de 1997; Gustavo Rodríguez,
"Por lo menos tres presos fueron asesinados diariamente en 1997," El
Universal, 11 de diciembre de 1997; José Manuel Pérez,
"Falleció en el Periférico de Catia recluso herido en La
Planta," Ultimas Noticias, 5 de diciembre de 1997; Hugo Vílchez,
"Motín en cárcel de Guanare deja dos muertos y 20 heridos,"
El Universal, 26 de noviembre de 1997; Miguel Arcángel y
Rafael Galicia, "Calcinados veinte presos y 60 heridos de gravedad en incendio,"
El Mundo, 25 de noviembre de 1997; "A 29 se elevan muertes de internos
en Tocuyito," El Nacional, 9 de septiembre de 1997; Luis Guillermo
Acosta, "Cuarto recluso asesinado en 12 días en Tocorón,"
El Nacional, 28 de agosto de 1997; Gustavo Rodríguez, "Tres
reclusos muertos y dos heridos por riña en la cárcel de El
Rodeo," El Universal, 19 de agosto de 1997; Wilmer Poleo Zerpa,
"Asesinados 4 reclusos en cárcel de Guanare," El Universal,
24 de julio de 1997; Victor Escalona, "Ministerio de Justicia ordenó
intervención de cuatro cárceles," El Universal, 18
de febrero de 1997 (dos presos asesinados); Willmer Poleo Zerpa, "Doce
muertos por riña en La Pica," El Universal, 15 de marzo de
1996; Sandra Guerrero, "Cinco muertos y 4 heridos en riña con uso
de armas de fuego y chuzos," El Nacional, 23 de noviembre de 1995;
"6 muertos en motín en cárcel de Tocorón," El Nuevo
País, Caracas, 27 de septiembre de 1995; Victor Escalona, "Seis
reclusos murieron por riña en el Retén de Catia," Diario
de Caracas, 22 de febrero de 1995; "Murieron tres reclusos en cárcel
de Sabaneta," La Columna, 13 de abril de 1994; "Masacre en la cárcel
de Barcelona," El Nacional, 22 de junio de 1993 (siete presos asesinados);
"Dos muertos y 10 heridos en riña entre bandas," El Universal,
2 de junio de 1993; "Venezuela," Miami Herald, 7 de marzo de 1992
(cuatro presos asesinados).
138.
Ver por ejemplo, Fausto Maso, "La próxima masacre," El Nacional,
30 de agosto de 1997 (en el que pregunta "¿Por qué no se
hace nada? . . . . Preparémonos para la próxima [masacre].
No hay razón para que no ocurra.").
139.
Ver ibíd.
140.
Entrevista de Human Rights Watch, Caracas, 5 de marzo de 1996.
141.
Es interesante que los presos se refirieran constantemente a la violación
como "ser tratado como una mujer" o como "hacerte una mujer." Unos cuantos
presos de Ciudad Bolívar no llegaron a reconocer que la violación
era un problema en la actualidad, aunque declararon que si se trasladaba
a las mujeres de la prisión se producirían seguramente violaciones,
por que los presos varones se verían obligados a sustituir de algún
modo a las mujeres. Entrevistas de Human Rights Watch, 14 de marzo de 1996.
142.
Entrevista de Human Rights Watch, 15 de marzo de 1996.
143.
Entrevista de Human Rights Watch con Néstor López Pérez,
5 de marzo de 1996.